La promenade, Pierre-Auguste Renoir
(1870),
Paul Getty Museum , Estados Unidos
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Hay un toque pertubador. Ella niega la mirada. Él toca su mano. La invita a la espesura del deseo. El cuadro de Renoir se llama La promenade, el paseo, una distancia a recorrer. El recorrido de ellos, entre ellos.
¿Es, pues, la imagen de un toque? Los filósofos dirían que la imagen del toque es imposible puesto que el toque es el no toque.
El toque que afecta, el toque que turba -señala Jean-Paul Nancy- “es el punto en que el tocar no toca, no debe tocar para ejercer su toque (su arte, su tacto, su gracia)”; su seducción, agregaríamos nosotros.
El poeta lo dice de otro modo. Dice Vicente Alexaindre:
Pero otro día toco tu mano. Mano tibia.
Tu delicada mano silente. A veces cierro
mis ojos y toco leve tu mano, leve toque
que comprueba su forma, que tienta
su estructura, sintiendo bajo la piel alada el duro hueso
insobornable, el triste hueso adonde no llega nunca el amor.