miércoles, 11 de diciembre de 2013

Aire de familia

Le déjeuner, Pablo Picasso, 1953
La madre, nutricia, trae la comida a la mesa. Es una mesa de cocina (por el cajón abierto), de modo que es el comedor de diario, un almuerzo de un día cualquiera. Los chicos comen, concentrados, sentados en taburetes también cotidianos. Las piernas les cuelgan, son pequeños; Claude tiene seis años; Paloma cuatro. 
Françoise, Claude, Paloma; lo que es, lo que fue la familia de Pablo Picasso (1881/1973). Claude con su caballito de madera, Paloma jugando con renacuajos, Claude y Paloma dibujando. El malagueño hizo memoria de ellos como quien quiere conjurar la ausencia que traerá el tiempo.
No hay una pizca de naturalismo en estos retratos. No se pueden comprender desde la intuición naturalista, que no necesita de razonamientos lógicos. Es necesario mirarlos lúcidamente, desenfocando la mirada. Picasso desdeña las apariencias porque no es allí donde está la verdad. No importa si el retrato tiene o no parecido. Lo que importa es que devele algo que está por encima de la realidad, lo surreal, la esencia misma del ser. Françoise, Claude, Paloma.

Del álbum familiar