La edad de bronce, Auguste Rodin, 1876/1876, Musée Rodin, París |
El soldado Auguste Neyt al natural |
Es la derrota empuñecida. A veces hay que inventar palabras. Es lo que hay que hacer ante este hombre desnudo que aprieta los puños como cuando se aprietan los labios para contenerse. Los puños de bronce tiemblan. ¿De qué otra manera expresarlo sino con palabras inventadas?
El vencido (que Auguste Rodin terminó llamando La edad de bronce) se duele de la derrota francesa en la guerra contra Prusia, en 1870. La frustración está toda allí. “El ojo más severo –dice Rainer Maria Rilke- no podría descubrir en esta estatua ningún espacio que fuera menos viviente”. Es perfecta.
Demasiado perfecta. Los académicos recelan. Acusan al escultor de haber vaciado directamente el cuerpo del modelo. No es que nadie lo hiciera, pero era desdoroso si no se hacía con tacto. Y Rodin había provocado el escándalo de la verdad (no de lo real que, es irrepresentable).
Acosado, fotografió a su modelo, un soldado belga llamado Auguste Neyt. No es tan hermoso. Miren, dice Rodin, ese puño abandonado no es esta mano de dolor de bronce.
No le creen. Los académicos no aceptan ese cambio definitivo en la mirada sobre el cuerpo.
Al final, el astuto Estado francés compró la escultura. Pagó 2.200 francos...el precio del vaciado en bronce.