Muerte de un miliciano cerca del cerro Muriano, Robert Capa
(née Endre Ernö Friedmann; Budapest,
1913-Vietnam 1954), 1936
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El cuerpo es un gesto. El gesto patético de la muerte.
El proyectil, en algún lugar invisible del cuerpo
descalabrado, acaba de decretar la muerte. Promulgó la cesación de la sangre, de
las vísceras, de los músculos. El cuerpo ya no es cuerpo puesto que ya no hay
el desorden de la vida.
Ahora todo es orden. No importa que las uñas crezcan después,
que el pelo. Esas inconsecuencias terminarán rindiéndose al orden final.
De modo que el cuerpo está muerto.
Uno lo sabe no sólo por el descalabro, sino por la falta de
nitidez de la imagen. La mano está difuminada. Las botamangas del pantalón
deformadas en el movimiento. Hasta la sombra, usualmente tan precisa, en
particular en la muerte, aparece como desenfocada.
¿Será la muerte un instante ligeramente desenfocado?