Acuarela exhibida actualmente en el Museo de Bellas Artes, Buenos Aires
Después las olas. Olas en furia. Olas que espuman los bordes de lo negro. Lo negro flota dificultosamente, trastabilla.
No hay mucho más. Fuego, agua, luz. ¿Y el hombre dónde está?
El hombre está en el fuego. ¿No es, acaso, el ladrón del fuego?
El fuego está en esa negra forma sin forma: un barco. Una nave que también pecó. Se impulsa (se impulsaba) por el vapor, no por el viento que es lo que la Naturaleza le dio al hombre.
De modo que ahí está el hombre. Sucumbiendo al fuego y al mar.
El hombre es un pelele derrotado una y otra vez por el cielo y el mar. Es lo que piensa Joseph Mallord William Turner (1751/1851). Sus acuarelas son estudios de cómo se mueven esas fuerzas. Su proyecto es representar la Naturaleza, ante la cual el hombre es casi un monigote.
Por eso todo es luz. Una luz en movimiento perpetuo. Pero, entonces, la luz cambia. Se hace luminiscencias, destellos, fulgores, incandescencias. También desaparición.
Aun la poderosa, la eterna, Naturaleza es inestable.