miércoles, 19 de septiembre de 2012

Metafísica de las cosas

Desde mi estudio, Fortunato Lacámera, 1938, 
Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires

El balcón se abre al Riachuelo. El sol entra oblicuo. Repite la reja sobre el suelo, marca su territorio sobre la mesa y los listones de madera.
Las puertas, rectas. El parquet, recto. La mesa, recta. Las rectas aquietan la imagen. La suspenden en el espacio y en el tiempo. Por eso la quietud, por eso el silencio.
Hay espejos. Los espejos vidrios espejan el afuera. Pero es el adentro lo que importa. El espejo con marco de madera refleja apenas el frasco, probablemente aguarrás para limpiar los pinceles que pintan esos ocres blandos, curiosamente sensuales. 
¿Dónde está el cuerpo? Aquí, aquí adentro, en la intimidad. Hay un cuerpo que se define en la intimidad. Eso es Fortunato Lacámera (1887/1951): un modo de mirar(se) en los espejos del adentro.
Afuera, cientos de obreros cruzan a la isla Maciel en el transbordador, las anclas se levantan, las grúas bajan y suben con quejas de acero. El batifondo llega de lejos. Adentro, Lacámera pinta ventanas entornadas, celosías que apenas dejan pasar la luz, pisos de madera que esperan los pasos para crujir. Lacámera pinta la misteriosa sombra del hombre.