miércoles, 17 de abril de 2013

Méritos de luz

Entierro, Pedro Figari, 1921
La tierra cuarteada. El sol que no es de la vida, sino el sol abrumador. Los cuerpos encorvados de los deudos. Y derechos de los que portan el cajón. El horizonte le pone un límite a la cabeza de los personajes; salvo el jinete cuyo caballo, sin embargo, está agobiado. La mera horizontalidad hace pensar en la muerte.
En este Entierro del uruguayo Pedro Figari (1861/1938) los cuerpos entristecidos se recortan sobre la pampa horizontal. Y, como siempre, hay un ritmo, una armonía de cuerpos verticales pese a todo.
Alejo Carpentier dice que esta pintura es un retablo, “un retablo americanísimo”, raramente emparentado con los maniquíes mitológicos de Chirico, los perros-peces de Miró y las selvas de juguete del Aduanero Rousseau. Los cuerpos de esta procesión son apenas pinceladas oscuras que se rinden al paisaje. Con todo, son tan contundentes como ese cielo que, sin embargo, tiene la materia leve de las nubes.
Hay aquí un gusto por lo mínimo que, como sentenciaba Jorge Luis Borges, tiene los méritos de la luz.
Quién sabe qué decir de los cuerpos re-presentados por Figari. Tal vez sean realistas, pero realistas al modo de la magia, que siempre tiene algo que decir cuando de cuerpos se trata.

Fragmento de Entierro en la tapa del segundo volumen de la trilogía Historia del cuerpo