Maddalena svenuta, Artemisia Gentileschi, s. XVII
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La garganta es una infinidad de pequeñísimos ríos azules. La
garganta se ahoga. Y, sin embargo, se ofrece, se place de sí misma.
A los pechos transparentes no les importa que los ojos
cuencos de la calavera los miren.
El cuerpo extático es eso, un cuerpo fuera porque la pasión
le ha dado ese premio no siempre alcanzado, el éxtasis, que está en la piel
sensible y no está; está precisamente más allá y más acá.
Ésta es la Magdalena desvanecida que vimos en “Caravaggio y
sus seguidores”, en el Bellas Artes. La atribuyen a Artemisia Gentileschi
(1593/1654). Es posible. Aunque estemos acostumbrados a esas mujeres furiosas,
como la Judith que degüella, impasible, a Holofernes pintado a imagen y semejanza del maestro que la había violado entre atriles silenciosos. Desde aquella
violación, siempre hubo mujeres furiosas que se parecían a Artemisia.
Esta santa impúdica (¿ acaso el éxtasis es impúdico?) no es eso. Es
un cuerpo desatado. Des-atadura concedida, curiosamente, por la atadura áspera del cilicio.