miércoles, 1 de mayo de 2013

La anatomía inverosímil

La grande baigneuse (también llamada 
La baigneuse de Valpinçon), 
Jean Auguste Dominique Ingres, 1808, Louvre, París

Se ofrece y, al mismo tiempo, se rehúsa. Acaso el erotismo que respira nazca de ese gesto histérico. Me doy (a la mirada del otro). No me doy; vuelvo el rostro, niego (mi mirada).
O, tal vez, la sensualidad provenga del sosiego del aire. Nada transcurre; ni el tiempo, ni el espacio congelado.
Dijimos erotismo, sensualidad; podríamos haber dicho voluptuosidad. Pero no dijimos cuerpo. Entonces reparamos en el cuerpo.
No parece haber huesos debajo de esa piel suntuosa. Los redondos hombros están como desequilibrados. La pierna debajo de la otra pierna no es verosímil. Y en esa larga espalda hay demasiadas vértebras. No son treinta y tres, como debe ser. Hay, por lo menos, tres sacras más.
A Jean Auguste Dominque Ingres (1780/1867) la anatomía le importa tres pitos. Los críticos reclaman airados esas vértebras de más, esos miembros como separados. Lo acusan de manierismo a la violeta.
Pero, para representar el erotismo, no es necesario que el cuerpo representado sea exacto como una escuadra milimetrada. Es necesaria una poética, una invocación que va más allá de quién sabe dónde.