miércoles, 8 de mayo de 2013

La Urpila

La Urpila, Ramón Gómez Cornet, 1946, 
Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires

Tiene el color de la tierra. La ropa de medidas equivocadas. Las manos grandes del trabajo. Los pies descalzos de la pobreza.
El cuerpo escora, se desmorona como las laderas de la montaña que deshace lentamente el viento viejo. El cuerpo hambrecido de las sequías.
Los ojos tristones miran desde allá adentro. La Urpila no es Juanito Laguna, que remonta barriletes. La Urpila no remonta nada. Ella misma es una palomita, como indica su nombre.
Ramón Gómez Cornet (1898/1964) tonteó con el impresionismo y otros “ismos” aprendidos de segunda mano en Europa. Hasta que comprendió que esas doctrinas no le servían para pintar los niños desolados de su Santiago del Estero natal. Ahí fue cuando de todas mis pasiones hice una bolita de barro y la arrojé lejos de mí con el mayor de los desprecios, declaró.
La enseñanza de Gómez Cornet para nuestra historia es que el cuerpo no es el canon de las proporciones humanas que quería da Vinci, ni la imagen que vemos cotidianamente en nuestras pantallas. Somos de la misma materia que la tierra. Inexactos, oscuros, reales.