miércoles, 15 de febrero de 2012

No hay realidad que valga

Yemen, fighting for change; Samuel Aranda, 2011
www.samuelaranda.net
El hombre está quebrado de cuerpo. La mujer, la madre al parecer, lo tiene amorosamente en sus brazos. Tal vez lo está mirando a través de la raja de la niqab, que violenta su mirada y la mirada de los otros. La imagen no sería la misma sin esa mirada conjeturada.
No hay más. Sólo esos cuerpos plegados.
La fotografía fue tomada en Yemen, ese dolorido país sobre el borde de los mares, durante la primavera árabe, y publicada por The New York Times. El hombre estaba intoxicado por los gases de la represión. De la mujer no sabemos nada, salvo que el fotógrafo después de la toma creyó ver en ella el símbolo de las sufridas mujeres yemeníes.
La foto ganó el World Press Photo 2011, de modo que se repitió al infinito en los medios. Todos vieron en ella la viva imagen de La Pietà. Los brazos de este cristo vivo no están inertes, no hay oquedades en esta virgen yemení. Pero no importa, no reparamos en esos detalles con tal de configurar la mirada. Quién sabe si podríamos ver otra composición, tan fuerte es el ícono de La Pietà.
Pero hay otros indicios. (Continúa)

La mujer lleva guantes de goma. ¿Guantes de goma? ¿Guantes que rehúsan el tacto amoroso como la niqab deniega la mirada? He aquí un indicio del off de la imagen: la foto fue tomada en una mezquita-hospital de Saná. De allí los guantes de goma. Lo más probable es que la mujer sea una médica o una enfermera que conforta al herido, no la madre.
Yemen, fighting for change, Samuel Aranda, 2011
The New York Times, 15 de octubre de 2011
No es todo. La fotografía publicada por The New York Times no es la misma que vimos antes. En el periódico aparece, en el costado derecho, otro herido apoyado en la pared. En la foto de la propia página del foto periodista hay un recorte, un oscurecimiento de ese detalle. La omisión del tercero en discordia. Evidentemente, ese otro cuerpo molestaba a la composición. En cualquier fotoclub de barrio hubieran aprobado ese cercenamiento.
Así, la composición es perfecta. Pero entonces la foto no es lo real (aunque quién sabe qué es lo real puesto que toda imagen es un recorte de lo real). Como fuere, esta imagen no tiene ya el estatuto de fotoperiodismo. Es arte. Enhorabuena. Pero, en este caso al menos, el arte necesitó omitir el cuerpo redundante. Ya lo sabemos, el arte mata la realidad.

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