Le lion ayant faim se jette sur l'antilope, Henri Rousseau, 1905.
Fondation Beyeler, Riehen, Suiza
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“El hambriento león salta sobre el antílope y lo devora. La
pantera espera ansiosamente el momento cuando también obtendrá su parte. Las
aves de carroña ya arrancaron un pedazo de carne del lomo del pobre animal que
vierte una lágrima. Atardecer”.
Esto escribió Henri Julien Felix Rousseau (1844/1910) en el
catálogo de 1905. El Aduanero, como
le llamaban por su triste oficio de agente de aduanas de segunda clase, hablaba
sus pinturas. Los que saben llaman a esto écfrasis (en latín ekphrasis, que proviene de ek, “afuera” y phrasis,
“palabra”), esto es, dar la palabra a algo inanimado; en este caso, imágenes.
Desde luego, titular la propia obra, darle un nombre, es
otro modo de la écfrasis puesto que condiciona al ojo y, por ende, promueve un
sentido. Pocos tan elocuentes como este El
león hambriento se lanza sobre el antílope.
¿Qué sucedería si cambiáramos el título? Por ejemplo, L’hibou taciturne regarde l’assasinat
del’antilope (El búho taciturno mira el asesinato del antílope). Y, enfocando la mirada en particular sobre esa ave mal retratada, arriba, en el centro, escribamos un texto alternativo: “El búho se ha posado sobre la copa
de un árbol frondoso. Observa, taciturno, el horrible león asesino con una calma extraña.
Amanecer”. (Ese sol rojo bien puede ser el sol del alba, no el del atardecer).
Con
esta operación hemos escrito la imagen de otro modo. El foco estaría ahora en
el búho. Ya no sería la hora en la que hacia el vado desciende el azorado trote de las gacelas, como decía Leopoldo Lugones. Y hasta habríamos formulado un juicio de valor sobre el león
asesino y ya no inocentemente hambriento.
En Imágenes del cuerpo hacemos écfrasis
todo el tiempo. Es el propósito de esta bitácora: registrar nuestra
travesía por las imágenes hasta completar una historia más o menos universal
del cuerpo.
Claro
que la écfrasis tiene sus limitaciones. Hay una autonomía de las imágenes, un
más allá de las palabras. Las imágenes tienen un punctum, un punto sensible que atrae, inevitablemente, el deseo del
ojo. El león, no el búho.
La
palabra, entonces, puede hasta ahí nomás. ¿Pero por qué cuestionar los alcances
de la écfrasis si ésta es el fundamento mismo de nuestras Imágenes del cuerpo?
En la vieja universidad cientificista se
enseñaba que una tesis es válida sólo si se puede refutar. Análogamente, un
proyecto sólo es válido si puede impugnarse a sí mismo. Es lo que estamos
haciendo.