miércoles, 1 de agosto de 2012

La piel maldita


De español y mestiza, castiza, Miguel Cabrera, 1763, 
Museo de América, Madrid

Estos cuerpos son mentira. Ninguna mestiza podía llevar seda. La castiza (la niña que es hija de ese español y esa mestiza) nos mira engreída de su buen origen. Pero ella tampoco podía llevar ni encajes, ni aretes, que eso quedaba reservado a las señoras blancas (es decir, españolas). El caballero sí; casaca, chupa y peluca empolvada. Pero también miente. No tendría en público esa afabilidad con una mujer impura de sangre. Que una cosa es ser amo y señor y muy otra mostrarlo a las gentes.
Éste es uno de los llamados cuadros de castas que mandaron hacer los virreyes para que sirviesen de clasificadores en los casos en que los tribunales reales tuvieran que vérselas con conflictos en los que estuvieran en duda grados de mestizaje.
Las tablas de castas (en su acepción de linajes) eran dispositivos de diferenciación social que distribuían a los indianos donde les correspondía. Había cierta inclinación entomológica en aquellos virreyes, puesto que castas alude también a los insectos sociales especializados por su función. Después de todo, muchos de estos cuadros fueron a parar al Real Gabinete de Historia Natural de Carlos III.
Lo cierto es que la clasificación de los cuerpos en blancos, indios y negros dirimía cuestiones fundamentales, tales como quién llevaba el estandarte real en las procesiones, quién podía integrar ciertos gremios, quién se llevaba azotes en la plaza pública o, por el mismo delito, una amonestación si el delincuente era español.
No es casualidad que estos dispositivos raciales hayan sido ordenados hacia fines del siglo XVIII. Para entonces la América española era una confusión de mestizaje que había que aclarar.
Lo peor de los cuadros de castas es que discriminaban negativa pero también positivamente. Si alguien no tenía la desgracia de tener el pellejo cobrizo como un indio o negro como un africano, podía llamarse a sí mismo gente de razón, español dotado de juicio. Y aun si tenía cierta coloración pálida, podía sentirse por encima del que la tenía más oscura. Esto es, aun los mestizos discriminados defendían su infame lugar en la escalera. La discriminación de los cuerpos y las razas también es eso.