Creazione di Adamo, Michelangelo Buonarroti, circa 1511.
Capilla Sixtina, Vaticano
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Adán emerge de la tierra de la
que está hecho*. Dios desciende envuelto en el torbellino de sí mismo. Rodea
con su brazo izquierdo a una Eva de pechos casi planos, rubia, que espera.
Es la puesta en escena del
Génesis, el Libro de los Orígenes (Y
formó Yahvé al hombre del polvo de la tierra e insufló en sus narices aliento
de vida, de modo que el hombre vino a ser alma viviente; Gen, 2:7). Aquí el
soplo no es en las narices sino en el dedo dador de la vida y el dedo todavía
laxo del que la recibirá. Los dedos no se tocan. Dios es intocable.
Y después el versículo 18 (Entonces dijo Yahvé: “No es bueno que el
hombre esté solo; le haré una ayuda semejante a él). Así como los
versículos 21 y 22 (Entonces Yahvé hizo
caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió y le quitó una de las
costillas y cerró con carne el lugar de la misma. De la costilla que Yahvé
había tomado del hombre, formó una mujer y la condujo ante el hombre).
Michelangelo Buonarroti (1475/1564) tomó partido. La
costilla formidable de Adán es la materia de la que está hecha la primera
mujer. No sólo eso, Adán le da nombre, la hace parte del mundo (Y dijo el hombre: “Esta vez sí es hueso de
mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada varona, porque del varón ha
sido tomada”, Gen, 2:23).
Pero en el mismo Génesis, en el capítulo anterior, hay otro
relato distinto. Y creó Dios al hombre a
imagen suya; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó (Gen, 1:27).
El varón y la mujer son creados en el mismo instante. Y, como se sabe, el
instante es el tiempo de la igualdad, no hay un jerárquico antes de un después
inferior. No hay costilla posterior. No hay varona,
entonces.
* Curiosamente, Adán muestra
un preciso y terminante ombligo. Él, que no tuvo vida intrauterina ni, por
ende, cordón umbilical que cortar.
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