miércoles, 17 de octubre de 2012

La génesis del género

Creazione di Adamo, Michelangelo Buonarroti, circa 1511. 
Capilla Sixtina, Vaticano

Adán emerge de la tierra de la que está hecho*. Dios desciende envuelto en el torbellino de sí mismo. Rodea con su brazo izquierdo a una Eva de pechos casi planos, rubia, que espera.
Es la puesta en escena del Génesis, el Libro de los Orígenes (Y formó Yahvé al hombre del polvo de la tierra e insufló en sus narices aliento de vida, de modo que el hombre vino a ser alma viviente; Gen, 2:7). Aquí el soplo no es en las narices sino en el dedo dador de la vida y el dedo todavía laxo del que la recibirá. Los dedos no se tocan. Dios es intocable.
Y después el versículo 18 (Entonces dijo Yahvé: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda semejante a él). Así como los versículos 21 y 22 (Entonces Yahvé hizo caer un profundo sueño sobre el hombre, el cual se durmió y le quitó una de las costillas y cerró con carne el lugar de la misma. De la costilla que Yahvé había tomado del hombre, formó una mujer y la condujo ante el hombre).
Michelangelo Buonarroti (1475/1564) tomó partido. La costilla formidable de Adán es la materia de la que está hecha la primera mujer. No sólo eso, Adán le da nombre, la hace parte del mundo (Y dijo el hombre: “Esta vez sí es hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada varona, porque del varón ha sido tomada”, Gen, 2:23).
Pero en el mismo Génesis, en el capítulo anterior, hay otro relato distinto. Y creó Dios al hombre a imagen suya; a imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó (Gen, 1:27). El varón y la mujer son creados en el mismo instante. Y, como se sabe, el instante es el tiempo de la igualdad, no hay un jerárquico antes de un después inferior. No hay costilla posterior. No hay varona, entonces.

* Curiosamente, Adán muestra un preciso y terminante ombligo. Él, que no tuvo vida intrauterina ni, por ende, cordón umbilical que cortar.

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