Peccato originale e cacciata del Paradiso terrestre,
Michelangelo Buonarroti, circa 1509, Capilla Sixtina, Vaticano
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Como las imágenes góticas, aquí el tiempo de la acción (a la
izquierda) se mantiene en el mismo plano que el tiempo de la consecuencia (a la
derecha). El pecado original, pues, y la consecuente expulsión del Edén.
A la izquierda, los cuerpos tensos por la tentación de
conocer el fruto agridulce del mal y del bien. A la derecha, los cuerpos ya no
son los mismos. Adán es conciente de su desnudez. Un querubín de fulgurante
espada, que de ahora en más guardará el árbol de la vida, le pincha el cuello.
Y Eva, de pronto vieja, se encoge de culpa.
Pero hay algo más, algo perturbador. Enroscada en el árbol
de la vida, lo que debiera ser la serpiente pero que aquí es una mujer con cola
de reptil. La Biblia habla claramente de la serpiente tentadora maldita por
Dios. No de una mujer-reptil.
La mujer enroscada no sería otra que Lilith. Al menos eso
dicen los que creen que Michelangelo Buonarroti (1475/1564) aceptaba en
silencio ciertas lecturas rabínicas del Antiguo Testamento.
En el primer capítulo del Génesis, se dice: Y creó Dios al hombre a imagen suya; a
imagen de Dios lo creó; varón y mujer los creó (Gen, 1:27). En el segundo
capítulo, se dice: De la costilla que
Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la condujo delante del hombre (Gen,
2:22).
Uno podría pensar que se trata del relato de un mismo hecho
desarrollado contradictoriamente dos veces. O que, en efecto, Dios amasó una
mujer con la misma arcilla que Adán. Y que, más tarde, formó otra con la
costilla de Adán. La primera sería Lilith y la segunda, Eva.
¿Por qué la creación de Eva, la segunda? Porque Lilith, la
primera mujer, había abandonado el Edén. No soportaba que, habiendo sido creada
con la misma arcilla igualitaria, Adán, monótona y obstinadamente, le exigiera
ponerse encima de ella al hacer el amor. Harta, pronunció el nombre
impronunciable de Yahvé y se deshizo en el viento (lil, significa “viento”, “aire”, “espíritu”). A orillas del Mar
Rojo fornicó incansablemente con los demonios.
Yahvé mandó a los ángeles Snvi, Snsvi y Smnglof
a traerla de nuevo al redil, pero Lilith los rechazó. El Creador comprendió
entonces que no es bueno que el hombre
esté solo (Gen, 2:18) y formó a Eva, la otra.
No es extraño que Lilith-serpiente, como parece haber
pensado Miguel Ángel, buscara la caída de Eva, su rival.